Cuando Bertilla se acercó a la terraza, escuchó que su nombre era mencionado por su anfitriona y visitante.
—No puedo evitar pensar que es gracioso —dijo la visitante—, que Lord Saire, el famoso Pirata del Amor, haya tenido que naufragar con alguien tan insignificante como esa muchachita inmadura. Será un fastidio para él y le impedirá visitar a todas las atractivas damas que esperaba ver en Singapur.
Bertilla sintió que sus mejillas ardían de humillación. Comprendió así la necesidad de marcharse antes que Lord Saire volviera... aunque al hacerlo dejara su corazón con él. ¡Era mejor desaparecer en el anonimato antes que ser una carga para el hombre amado!
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